La Ley Espiritual de Marcos el Asceta. (2)

Ley Espiritual

Causas de todo mal son la vanagloria y la voluptuosidad: el que no las odia, no elimina la pasión.
Se dice que la raíz de todos los males es la pasión por el dinero, pero es claro que ésta se forma con las dos causas precedentes.
El intelecto es enceguecido por estas tres pasiones: la avaricia, la vanagloria, el placer.
Estas son, según las Escrituras, tres hijas de la sanguijuela, amadas con un amor muy grande por la madre fatuidad.
Conocimiento y fe, las compañeras de nuestra naturaleza, no han sido ofuscadas por otra cosa que por aquellas.
Furor e ira, guerras y homicidios, y toda la serie de otros males, han prevalecido terriblemente entre los hombres por fuerza de aquellas.
Debemos rechazar el amor por el dinero, odiar la vanagloria y la voluptuosidad; son las madres de los males y madrastras de las virtudes.
Con motivo de éstas nos ha sido ordenado no amar el mundo y lo que está en el mundo. No para que odiemos sin discernimiento, a las criaturas de Dios, sino para que eliminemos las causas de aquellas tres pasiones.
Se ha dicho que ninguno, embarcado en el servicio militar, se inmiscuye en los negocios de la vida civil (2 Tm 2:4). El que, efectivamente, quiere vencer las pasiones sin vencer estos tropiezos, es como aquel que trata de apagar un incendio con paja.
El que se irrita con el prójimo por motivos de dinero, gloria o voluptuosidad, no ha entendido aún que Dios gobierna a las cosas con justicia.
Cuando escuchas al Señor que dice: Si alguno no renuncia a todo lo que posee no es digno de mí, no debes entender esto como referido solamente a las riquezas, sino también a todas las acciones viciosas.
El que no conoce la verdad, no puede tampoco creer en verdad. En efecto, según el orden natural, el conocimiento precede a la fe.
Así como a cada una de las cosas visibles Dios ha asignado lo que le es inherente por naturaleza, así también lo ha hecho con los pensamientos de los hombres, lo queramos o no.
Si alguno, pecando manifiestamente y no haciendo penitencia, no ha padecido nada hasta el día de su muerte, puedes creer que su juicio será sin piedad.
El que reza sabiamente, soporta lo que le sucede; el que guarda rencor, no ha rezado aún con pureza.
Si recibes un daño o un ultraje, o eres perseguido por alguien, no pienses en el presente, sino que debes esperar lo que vendrá. Y te darás cuenta de que todo ha sido para ti motivo de muchos bienes, no sólo en el presente siglo, sino también en el futuro.
Así como a los inapetentes hace bien el amargo ajenjo, así a los que tienen mal carácter conviene padecer males. Estas medicinas mejoran la salud de los unos y convierten a los otros.
Si no quieres padecer males, no debes tampoco querer hacerlo, porque infaliblemente una cosa sigue a la otra. Porque lo que cada uno siembra, también lo cosechará (Ga 6:7).
Cuando sembramos voluntariamente el mal y contra nuestra voluntad lo cosechamos, debemos admirar la justicia de Dios.
Puesto que existe un determinado lapso entre la siembra y la cosecha, debido a esto, dudamos de la retribución.
Si has pecado, no acuses a la acción sino al pensamiento; porque si el intelecto no se hubiera adelantado, el cuerpo no lo hubiera seguido.
Actúa peor el que ocasiona el mal a escondidas que aquellos que lo ejercitan abiertamente. Por esto, el primero será castigado más severamente.
El que urde engaños y ocasiona el mal a escondidas, es, según las Escrituras, una serpiente achatada en el camino, que muerde el talón de los caballos.
El que alaba por algunas cosas al prójimo y al mismo tiempo le reprocha otras, está dominado por la vanagloria y la envidia. Alabándolo, trata de esconder la envidia y reprochándolo se presenta como una persona más honorable que el otro.
Como no es posible que convivan ovejas y lobos, también es imposible obtener la misericordia engañando al prójimo.
El que mezcla con el precepto su propia voluntad, es un adúltero, tal como fuera revelado por la Escritura, y, faltándole sentido común, está expuesto a dolores y deshonor.
Así como el agua y el fuego no pueden estar juntos, así se oponen la humildad y la necesidad de justificarse.
El que busca la remisión de sus pecados, ama la humildad. El que condena al otro, pone un sello sobre sus propios males.
No permitas que permanezca en ti ningún pecado no borrado, aunque fuera muy pequeño, para que a continuación no te arrastre hacia algún mal peor.
|Si quieres salvarte, ama la palabra sincera. No rechaces nunca un reproche sin haberlo considerado.
La palabra de la verdad ha transformado una estirpe de víboras y les ha enseñado a huir de la ira que viene .
El que recibe palabras de la verdad, recibe al Verbo de Dios (la Palabra). En efecto, se dice: El que os recibe, me recibe a mí (Mt 10:40).
El pecador es como aquel paralítico bajado desde el techo, quien, reprochado por unos creyentes en Dios, recibe el perdón por intermedio de su fe.
Es preferible rezar pía e intensamente por el prójimo antes que reprocharle cada pecado cometido.
El que con rectitud hace penitencia, es objeto de mofa por los tontos. Pero esto es para él un signo de la aprobación de Dios.
Los atletas se privan de todo (1 Co 9:25): no cesarán de hacerlo hasta que Dios no haya destruido la descendencia de Babilonia.
Se calcula que son doce las pasiones deshonrosas: si te hubieses apegado a una de ellas con tu voluntad, solo ésa ocupará el lugar vacío que dejaron las otras once.
El pecado es un fuego que arde. Cuanto más lejos dejes el combustible, más rápidamente ese fuego se irá apagando. Análogamente, cuanto más combustibles agregues, tanto más se difundirá.
Si te has agrandado debido a las alabanzas, te llegará el deshonor. Porque se ha dicho: El que se ensalce será humillado (Lc 14:11).
Cuando hayamos rechazado toda malicia voluntaria de nuestra mente, deberemos combatir contra las pasiones preconcebidas.
Tal preconcepción consiste en el recuerdo involuntario de los males pasados: al que lucha le es impedido alcanzar la pasión; en el vencedor esto es rechazado cuando todo se encuentra aún en estado de estímulo.
El estímulo es el movimiento sin imágenes del corazón. Tal como si fuera un lugar fortificado en un pasaje excavado en la montaña, es tomado en acecho antes por aquellos que tienen experiencia que por los enemigos.
Donde el pensamiento está acompañado por las imágenes, allí hubo consentimiento, porque el estímulo no culpable es un movimiento sin imágenes. Existe aquel que logra salir de él como un tizón extraído del fuego aunque no se extraigan otros para no reavivarlo,
No digas: “Me sucede tal cosa aunque no lo quiero.” Porque en todo caso, aunque no desees esta cosa en sí misma, sin embargo, amas sus causas.
El que ama las alabanzas, se encuentra en la pasión. Y el que se entrega a las quejas por una tribulación que lo aqueja, ama la voluptuosidad.
El pensamiento de quien ama la voluptuosidad es inestable como si se encontrara ubicado en una balanza. Ya se lamenta y llora por sus pecados, ya combate y contradice al prójimo, defendiendo su voluptuosidad.
El que a todo atribuye un valor y retiene lo que es positivo, huirá de todo mal.
El hombre que sabe soportar abunda en sagacidad, así como aquel que presta atención a las palabras de sabiduría.
Sin el recuerdo de Dios, no habrá verdadero conocimiento. Ya que sin el primero, el segundo es un bastardo.
Al que es duro, pero no de corazón, le va bien un buen discurso relativo a un conocimiento más fino. Puesto que, sin temor, no acepta las fatigas de la penitencia.
El hombre humilde acepta un discurso de fe. Éste no tienta la longanimidad de Dios y no se hiere con continuas transgresiones.
No avergüences a un hombre poderoso por su vanagloria. Debes mostrarle la ignominia futura que caerá sobre él. De este modo, el que es sensato aceptará de buen grado el reproche.
El que odia el reproche se encuentra voluntariamente en la pasión. El que lo ama, es claro que es desviado por las pasiones precedentemente concebidas.
No hay que querer conocer las malas acciones de los otros. Con una voluntad así, se subrayan los contornos de tales acciones.
Si has recibido como dulces sonidos ciertos malos discursos, enójate contigo mismo y no con quien ha hablado. Porque para el que tiene un mal oído, es malo también el embajador.
Si uno se encuentra con hombres que hacen discursos vanos, que se considere a sí mismo responsable de dichas palabras. Si no fuera por un motivo reciente, habrá ciertamente alguna vieja deuda.
Si vieras que alguno te alaba con hipocresía, espera de él reproches, a su debido tiempo.
Establece desde ahora una relación entre los sufrimientos presentes y los beneficios futuros. Así no descansarás más en tu lucha por descuido.
Cuando llamas “bueno” a algún hombre, por alguna condición física que posee, prescindiendo de Dios, ese hombre te resultará malo en el futuro.
Todo bien viene de Dios, según su voluntad. Aquellos que traen dichos dones son sus ministros.
Acepta con pensamiento equilibrado el confluir del bien y de los males. Es así como Dios transforma la no equidad de las cosas.
La desigualdad de nuestros pensamientos produce los cambios de nuestras condiciones personales. Dios ha asignado las acciones involuntarias a las voluntarias, como una consecuencia natural.
Las realidades sensibles son producidas por las inteligibles y proporcionan lo necesario por decreto de Dios.
De un corazón dominado por la voluptuosidad nacen pensamientos y palabras pestilentes, ya que por el humo conocemos el combustible que lo provoca.
Ten firmeza en tu mente y no te cansarás entre las tentaciones. Si te abandonas, soporta las consecuencias.
Ruega para que no caiga sobre ti la tentación. Pero si te afligiera, acéptala no como algo extraño, sino como algo tuyo.
Aparta tu pensamiento de toda concupiscencia y podrás ver las insidias del Diablo.
El que afirma que conoce todas las insidias del Diablo, cae dentro de ellas sin darse cuenta.
Cuando el intelecto sale de las preocupaciones del cuerpo, ve, en la medida que sale, las astucias de los enemigos.
El que se deja arrastrar por los pensamientos, está enceguecido. Ve la obra del pecado, pero no está en condiciones de ver sus causas.
Está el que visiblemente cumple un precepto, si bien, sirviendo a una pasión, borra la buena acción mediante malos pensamientos.
Si has sido sometido por un principio del mal, no digas: “No me vencerá.” En la medida que has sido hecho su esclavo, en esa medida has sido ya vencido.
Todo lo que sucede empieza con una pequeña medida y, alimentado poco a poco, contribuye a su crecimiento.
Los artificios de la malicia son una red tortuosa. El que se enreda un poco en ella, si es negligente, es encerrado por completo.
No quieras escuchar las desgracias acaecidas a los enemigos, porque el que escucha tales palabras, corta los frutos de su propia inclinación.
No pienses que una tribulación cualquiera cae sobre los hombres a causa del pecado. Hay quien es del agrado del Señor y sin embargo es tentado. Está escrito que los perversos y los malos serán perseguidos. Del mismo modo está escrito: Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirían persecuciones. (2 Tm 3:12).
En tiempos de tribulaciones, cuídate de los asaltos de la voluptuosidad, ya que ésta es aceptada de buen grado porque endulza la tribulación.
Hay quien denomina sensatos a los que tienen discernimiento en las realidades sensibles. Sin embargo, son sensatos aquellos que tienen dominio de su propia voluntad.
Antes que tus males hayan sido destruidos, no obedezcas a tu corazón. Está buscando agregar material de acuerdo a lo que tiene en depósito.
Hay serpientes que se esconden en los valles boscosos y otras que se introducen en las casas. De la misma manera, hay pasiones que toman forma en la mente mientras que otras obran en la práctica; aunque puede suceder que se transformen, pasando de un tipo a otro.
Cuando veas que tu interior está muy agitado e induce al intelecto, que está sometido a la hesikia, hacia la pasión, debes saber que el intelecto ha sido la guía, el detonador de la acción, y ha colocado este torbellino en el corazón.
La nube no se forma si no es por el soplo del viento. Del mismo modo, la pasión no nace si no es por la fuerza del pensamiento.
Si no obedecemos la voluntad de la carne, como dice la Escritura, evitaremos fácilmente las malas tendencias anteriormente descritas.
Las imágenes ya fijadas en el intelecto son particularmente graves y vigorosas; pero su causa y fundamento son las operaciones de nuestra razón.
Hay una malicia que domina el corazón por haber sido concebida mucho tiempo antes; y hay una malicia que combate a la mente con motivo de las acciones cotidianas.
Dios nos evalúa de acuerdo con nuestras acciones y nuestras intenciones. Se ha dicho: Te dé el Señor según tu corazón (Sal 19:4).
El que no persevera en escrutar su conciencia, tampoco acepta las fatigas de su cuerpo por amor a la vida pía.
La conciencia es un libro natural. El que en ella lee activamente, recibe la experiencia de la ayuda divina.
El que no asume las penas voluntarias que provienen del amor por la verdad, es duramente amaestrado por lo que sucede contra su voluntad.
El que ha conocido la voluntad de Dios, según el poder que le haya sido concedido, la cumple; gracias a las pequeñas penas, huirá de las grandes.
El que pretenda vencer las tentaciones sin la oración y la lucha, no las rechazará sino que quedará más atrapado por ellas.
El Señor está escondido en sus mandamientos y es encontrado por aquellos que lo buscan en la medida que los cumplen.
No digas: “He cumplido los mandamientos pero no he encontrado al Señor.” Puesto que, como dice la Escritura frecuentemente has encontrado conocimiento junto con la justicia. Y aquellos que lo buscan con rectitud, encontrarán la paz (Pr 16:5c).
La paz es la remoción de las pasiones. No podrá ser encontrada sin la obra del Espíritu Santo.
Una cosa es cumplir un mandamiento y otra cosa es la virtud, aunque es factible que se intercambien las ocasiones de hacer el bien.
Denominamos cumplir un mandamiento el cumplir lo que ha sido mandado; es virtud lo que ha sido hecho acorde con la verdad.
Una sola es la riqueza sensible, aunque es múltiple si se consideran las distintas posesiones. Del mismo modo, una sola es la virtud, aunque consta de distintas actividades.
El que se hace el sabio y habla sin poder demostrar sus obras, se enriquece con la iniquidad, y sus fatigas, como dicen las Escrituras, entran en las casas de los otros.
Todo obedece al oro, se dice; pero las realidades espirituales son determinadas por la gracia de Dios.
Se encuentra la buena conciencia mediante la oración; y la oración pura, mediante la conciencia. Según natura una cosa necesita de la otra.
Jacob confeccionó para José una túnica de múltiples colores. También el Señor concede al humilde el conocimiento de la verdad, por medio de la gracia, tal como está escrito: El Señor enseñará sus caminos a los humildes (CfSal 24:9).
Obra el bien según tus posibilidades, y cuando te surja la ocasión de dar más, no des menos. Porque se ha dicho que el que retrocede no es apto para el Reino de los Cielos.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario