Los que conocen a Dios están llenos de buenos pensamientos y, en su afán por las cosas celestes, desdeñan las realidades de esta vida. Éstos no son queridos por muchos, ni sus ideas son del agrado de muchos. Tanto es así, que no sólo son odiados, sino también objeto de burla. Sin embargo, aceptan sufrir lo que sea, dentro de la indigencia en que se encuentran, sabiendo que, si bien esto parece un mal para la mayoría, para ellos es un bien. El que comprende las cosas celestes, cree en Dios y reconoce que toda criatura proviene de su voluntad. El que no comprende, ni siquiera cree que el mundo es obra de Dios y que fue hecho para la salvación del hombre. [Antonio el Grande]
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