El demonio de la tristeza...


Todos los demonios enseñan al alma el amor por el placer: sólo el demonio de la tristeza se abstiene de ello. Por el contrario, destruye todos los pensamientos insinuados por los otros demonios, impidiendo al alma sentir cualquier placer, insensibilizándola con su tristeza. Es cierto lo que se ha dicho: que los huesos del hombre triste se tornan áridos (Pr 17:22). Y sin embargo, si se lucha un poco, este demonio sirve para fortalecer al solitario. Lo convence de no acercarse a ninguna de las cosas de este mundo ni a ningún placer. Si persiste en su lucha, genera en él pensamientos que lo inducen a alejar su alma de este tormento o lo fuerzan a huir de ese lugar. Tal es lo que ha pensado y sufrido el santo Job, atormentado por este demonio: Ojalá pudiera echar mano a mí mismo u otro, a mi pedido, así lo hiciera (Jb 30:24). Símbolo de este demonio es la víbora, animal venenoso. La naturaleza le ha concedido, benevolentemente, el que pueda destruir los venenos de los otros animales, pero si la tomamos en estado puro, destruye la vida misma. Es a este demonio que san Pablo ha entregado el hombre de Corinto, que había pecado. Pero luego se apresura a escribir a los Corintios: Os ruego que confirméis vuestro amor por él, para que no sea consumido por la
excesiva tristeza (Cf. 2Co 2:8-7). [Evagrio el Monje]

En cuanto a los pensamientos, algunos de ellos separan y otros, son separados...


En cuanto a los pensamientos, algunos de ellos separan y otros, son separados. Es decir: los malos separan a los buenos y, a su vez, los malos son separados por los buenos. Por lo tanto, el Espíritu Santo atiende al primer pensamiento que nos acude y en base a éste, nos juzga o nos recibe. Quiero decir esto: tengo un pensamiento de hospitalidad y seguramente lo tengo hacia el Señor, pero como se acerca el Tentador, mi pensamiento es separado, porque éste me sugiere brindar hospitalidad por amor a la gloria. Y más aún: tengo un pensamiento de hospitalidad, pero para ser visto por los hombres. Y sin embargo, este mal pensamiento puede ser rescindido al acudir un pensamiento mejor, el de pensar que es mejor dirigir la virtud hacia el Señor e inducirnos a no hacer estas cosas por los hombres. [Evagrio el Monje]


¿Y qué decir de ese demonio que deja al alma insensible?

¿Y qué decir de ese demonio que deja al alma insensible? Siento temor de escribir al respecto. ¿No es increíble cómo el alma, cuando se encuentra con este demonio, sale de su estado interior, se despoja del temor de Dios y de toda piedad, no considera más al pecado como un pecado, ni actúa con responsabilidad, recordando al castigo y al juicio eterno como una cosa de nada y verdaderamente se mofa del terremoto del fuego (Jb41:20). Reconoce a Dios, por cierto, pero no reconoce su mandamiento.

Golpeas tu pecho porque ves al alma moverse hacia el pecado, pero ella no percibe nada. Tratas de convencerla con las Escrituras, mas ella no te escucha porque está obtusa. La enfrentas con la vergüenza de los hombres, pero no te atiende ni te entiende, como si fuera un cerdo que ha cerrado los ojos y se dirige hacia su recinto. A éste demonio nos llevan los persistentes pensamientos de vanagloria. Esto sucede a aquellos que raramente frecuentan a sus hermanos. El motivo es evidente: este demonio, frente a las desgracias de los demás, es decir las de aquellos que han sido acometidos por las enfermedades o que tienen la desgracia de estar presos o encuentran una muerte imprevista, huye en seguida, porque no bien el alma se ha conmovido y se llena de compasión, se disipa el endurecimiento producido por el demonio.
Es justamente para que podamos huir de este demonio que el Señor nos recomienda, en los Evangelios, que visitemos a los enfermos y a los que están en la cárcel. Estaba enfermo y me visitasteis (Mt 25:36), nos dice. [Evagrio el Monje]

El hombre no puede rechazar los recuerdos pasionales si no presta atención...


El hombre no puede rechazar los recuerdos pasionales si no presta atención a la concupiscencia y a la cólera, disipando a la primera con ayunos, velando y durmiendo en el suelo, y calmando a la segunda con actos de soportación, de paciencia, de perdón y de misericordia. De las pasiones antedichas surgen casi todos los pensamientos demoníacos que empujan al intelecto a la ruina y a la perdición. Pero es imposible superar estas pasiones si no se desprecian totalmente los manjares, las riquezas y la gloria y aun el propio cuerpo, con motivo de aquellos pensamientos que tan a menudo lo flagelan. [Evagrio el Monje]

Pensamientos demoníacos...

Todos los pensamientos demoníacos introducen en el alma conceptos relativos a objetos sensibles, y el intelecto, compenetrándose de ellos, imprime en sí mismo las formas de esos objetos. El alma reconoce, entonces, al demonio que se asocia al objeto mismo. Por ejemplo: si en mi mente se presenta la fisonomía de quien me ha agraviado u ofendido, es evidente que surgirán en mí pensamientos de rencor. Si surgiera el recuerdo de las riquezas o de la gloria, recordaré claramente por el objeto, cuál es el motivo de mi angustia. Lo mismo sucede con los otros pensamientos: por el objeto descubrirás quién es el que viene a insinuarlos. Sin embargo, no quiero decir que todo recuerdo de tales objetos provenga de los demonios. Porque es el intelecto mismo, accionado por el hombre, el que produce las imágenes de los acontecimientos. Provienen de los demonios aquellos recuerdos que suscitan la ira o la concupiscencia contra natura. Con motivo de la turbación que causan estas potencias, el intelecto, mediante el pensamiento, comete adulterios y se embarca en guerras, porque no puede acoger la imagen de Dios, su legislador. En efecto, esa luminosidad se manifiesta al principio fundamental del alma en el tiempo de la plegaria, en la medida en que ésta se despoje de los conceptos relativos a los objetos. [Evagrio el Monje]


Más sobre los tres males principales...

En breve: no sucede que el hombre tropiece con el Demonio, si antes no ha sido herido por esos tres males principales [[[pasiones por el buen comer, los que nos insinúan el amor por el dinero, y los que nos estimulan a buscar la gloria]]]. Y también delante del Salvador, el Diablo antepuso estos tres  pensamientos: primeramente exhortándolo a convertir las piedras en panes, luego prometiéndole el mundo si se postraba a sus pies, adorándolo, y como tercera cosa, lo tienta con la posibilidad de que la gloria lo cubriría si, cayendo de las almenas del templo, los ángeles lo recogen y lo salvan, como Hijo de Dios que es. Pero nuestro Señor, mostrándose superior a todo esto, ordenó al Diablo que se alejara de Él, enseñándonos así que no es posible rechazar al Diablo si no se desprecian estos tres pensamientos. [Evagrio el Monje]

Los placeres de la buena mesa, las riquezas o la gloria.

Efectivamente, es poco probable que se caiga en manos del espíritu de la fornicación si no se cayó antes por gula. Y no hay quien, habiendo sido turbado por la ira, no se haya previamente encendido por los placeres de la buena mesa, por las riquezas o por la gloria. Y no hay modo de huir del demonio de la tristeza, si no se soporta la privación de todas estas cosas. Así como nadie puede huir del orgullo, primera camada del diablo; si no se ha erradicado antes la raíz de todos los males, que es el amor por el dinero, si es verdad, como dice Salomón, que la indigencia hace al hombre humilde (Pr 10:4). [Evagrio el Monje]


Demonios que se oponen a la practica de la verdad

Entre los demonios que se oponen a la práctica de las virtudes, los primeros que adoptan una actitud de guerra son aquellos que ostentan las pasiones por el buen comer, los que nos insinúan el amor por el dinero, y los que nos estimulan a buscar la gloria que proviene de los hombres.

Todos los demás vienen detrás de éstos y reciben a los que han sido heridos por ellos. [Evagrio el Monje]


La piedad...

El alma piadosa conoce al Dios del Universo. "la piedad" no es otra cosa que el hacer la voluntad de Dios y así conocerlo, construyéndonos, sin envidia, moderados, humildes, generosos según nuestra posibilidades, sociables y extraños a las disputas y todo lo que es grato a la divina voluntad. [Antonio el Grande]

Corona de incorrupción...

Corona de la incorrupción, virtud y salvación del hombre es el llevar las desventuras de buen ánimo y dando gracias. Además, el dominar la ira, la lengua, el vientre, los placeres, constituye una enorme ayuda para el alma. [Antonio El Grande]

El alma pura...

El intelecto que está en el alma pura y amante de Dios, en realidad ve al Dios increado, invisible e inexpresable, el único puro para los puros de corazón. [Antonio El Grande]

La inmortalidad...

Nuestro Dios ha concedido la inmortalidad a aquellos que están en los Cielos mientras que para aquellos que están en la Tierra ha creado la transformación. Le ha dado la vida y el movimiento a todo, y, todo ha sido creado para beneficio del hombre. No te dejes arrastrar, pues, por la ilusión que despliega el demonio a propósito de las vanidades de esta vida. Cuando él insinúe en tu alma un ardiente y pérfido deseo, piensa de inmediato en los bienes celestes y convéncete a ti mismo, diciéndote: "Si me lo propongo, tengo la posibilidad de vencer también esta lucha desencadenada por la pasión, pero no ganaré si quiero alcanzar el fin de mi deseo." No dejes de combatir esta lucha que puede salvar tu alma. [Antonio El Grande]

Como tratas tu alma...

Así como tratas a tu alma mientras se encuentra en tu cuerpo, del mismo modo ella te tratará. una vez que ha salido de tu cuerpo. En efecto, el que aquí se ha servido de su cuerpo para estar bien y entregarse a la lujuria, se ha tratado mal a sí mismo para los momentos que siguen a su muerte . Puesto que, como un insensato, ha condenado su propia alma. [Antonio el Grande]

La muerte...

Es imposible, no hay ninguna salida para rehuir de la muerte. Sabiendo esto, los hombres verdaderamente razonables, ejercitados en las virtudes, con un pensamiento amante de Dios, aceptan la muerte sin gemidos, sin temor ni luto; piensan que ella es inevitable y que nos libera de los males de esta vida. [Antonio el Grande]

La cólera actúa sobre la justicia...

No debemos montar en cólera con los que pecan, aunque su actuar es condenable y digno de castigo. Debemos convertir a quien ha caído, por motivo de justicia, y castigarlo también, si fuera oportuno, ya sea personalmente o por medio de otros. Pero no debemos encolerizarnos ni enfurecernos, porque la cólera actúa sobre la justicia solo de forma pasional, no con discernimiento. Del mismo modo, no debemos tolerar siquiera al que hace misericordia sin motivo alguno. Debemos castigar a los malvados, por el bien y la justicia, y no por nuestra pasión de cólera. [Antonio El Grande]

La meditación sobre la vida perfecta

La meditación sobre la vida perfecta y el cuidado del alma hace a los hombres buenos y amantes de Dios. Puesto que el que busca a Dios lo encuentra, vence en todo a la concupiscencia y no se aparta nunca de la plegaria: tales hombres no temen a los demonios. [Antonio El Grande]


El alma razonable...

Cada arte organiza la materia de la cual dispone y demuestra así su propio valor. Está el que trabaja la madera o el que trabaja el bronce; otros, el oro o la plata. Y así nosotros también, una vez que conocemos cómo conducir una vida honesta y una conducta virtuosa y grata a Dios, debemos demostrar que somos hombres verdaderamente razonables en cuanto a nuestra alma y no solamente por la estructura de nuestro cuerpo. El alma verdaderamente razonable y amante de Dios reconoce enseguida todo lo que hay en la vida. Hace propicio a Dios con amor y a Él da gracias con verdad, porque es hacia Él que se proyecta todo su esfuerzo y toda su capacidad reflexiva. [Antonio el grande]

entre los albergues...

Entre aquellos que se cobijan entre los albergues, algunos encuentran una cama; otros, aunque no encuentran un lecho y duermen sobre el piso, ¡roncan como si durmieran en una cama! Luego, al llegar el alba, dejan el albergue y se van, llevando consigo solamente lo propio. Del mismo modo, todos aquellos que están en esta vida, tanto los que viven modestamente, como los que gozan de riquezas y de gloria, se irán como de un albergue. Y no se llevarán ninguna de las delicias de esta vida ni de sus riquezas, llevarán solamente sus obras, buenas o malas, que hayan llevado a cabo a lo largo de su vida. [Antonio el Grande]

Los que conocen a Dios...

Los que conocen a Dios están llenos de buenos pensamientos y, en su afán por las cosas celestes, desdeñan las realidades de esta vida. Éstos no son queridos por muchos, ni sus ideas son del agrado de muchos. Tanto es así, que no sólo son odiados, sino también objeto de burla. Sin embargo, aceptan sufrir lo que sea, dentro de la indigencia en que se encuentran, sabiendo que, si bien esto parece un mal para la mayoría, para ellos es un bien. El que comprende las cosas celestes, cree en Dios y reconoce que toda criatura proviene de su voluntad. El que no comprende, ni siquiera cree que el mundo es obra de Dios y que fue hecho para la salvación del hombre. [Antonio el Grande]

Sobre la muerte...

La muerte, para los hombres que la comprenden, es sinónimo de inmortalidad. Pero para los rústicos, que no la comprenden, significa muerte. Pero no es esta muerte que debemos temer, sino la perdición del alma, que consiste en la ignorancia de Dios. Esto sí, es verdaderamente terrible para el alma. [Antonio el Grande]

Comunión y su relación con Dios

El hombre razonable, que reflexiona sobre su comunión y su relación con Dios, no amará nunca nada de lo terrenal o mezquino: tiene su intelecto vuelto hacia las cosas celestes y eternas. Éste conoce cual es la voluntad de Dios: salvar al hombre. Y tal deseo es para los hombres causa de toda cosa buena y fuente de bondad eterna. [Antonio el Grande]