Si alguno es dominado por la cólera, está dominado por los demonios. Y si alguien le sirve, éste es extraño a la vida monástica, un extranjero en las vías de nuestro Salvador, dado que el mismo Señor nos dice que Él muestra el camino a los humildes. Por tanto, cuando el intelecto de los solitarios se refugia en la llanura de la mansedumbre, difícilmente puede ser poseído, ya que no hay otra virtud que los demonios teman más que la misma. Ésta es la virtud que había adquirido el gran Moisés, quien fuera conocido como el más manso de los hombres. Y el santo David ha declarado que esta virtud es digna del recuerdo de Dios: Acuérdate de David y de toda su mansedumbre (Sal 31:1). Y también el Salvador mismo nos ha ordenado ser imitadores de su mansedumbre: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt 11:29). [Evagrio el Monje]

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